viernes, 6 de febrero de 2009

Operación "Tía María", 6 al 9 de Abril de 1963.







Operación “Esperanza, temblequeo y tía María”



[ Hay que explicar el por qué del título de la “Operación”: ]

Operación “Esperanza [por la de encontrar una sima cercana a la población de Almargen, de la que nos había hablado el P. Alberto Riera de la ULC] , temblequeo [porque en abril (si es lluvioso) todavía no castiga el sol en Andalucía] y tía María” [porque la única mochila que nuestros compañeros del grupo nos habían dejado, se abarrotó con la comida para varios días y con el material espeleológico y de acampada. No exagero mi recuerdo: debía pesar veinte kilos largos. Cargamos con ella, alternativamente, los dos participantes en la salida: José Ignacio Fernández Martínez y Pedro Plana Panyart.

Empieza el cuaderno escribiendo Pedro. ]



Sábado, 6/4/1963

Salimos de Córdoba el sábado a las 9'30 de la noche, en un “Citroên 2 cv.” furgoneta [haciendo “dedo”]. Nos encontramos, antes de llegar a Aguilar , dos cajas de cervezas [caídas de algún camión de reparto. El conductor que nos llevaba se quedó con una caja, y de la otra (insistió y aceptamos de buen grado) su contenido fue a parar con trabajos al interior de “tía María”]. Llegamos a Lucena en donde acampamos en una zona de repoblación forestal, a las 11'30.



Domingo, 7/4/1963

Salimos de la tienda a las 8'30 ante las súplicas del viejo guarda: “¡Hombre!, váyanse ya”. A las 10 fuimos hacia el pueblo, dejando el macuto en una tabacalera [estanco] y oímos misa mayor, de dos horas [lo de oír misa era costumbre de la época; lo de que pilláramos la “mayor” fue cosa de suerte] , con asistencia de la Alcaldía en pleno [se entiende: todas las autoridades locales] . Una vez terminada, escribí una carta a casa en la tabacalera y a las 12'30 estábamos en un punto de la carretera [haciendo “auto-stop”] , cerca de una estación de servicio, con bastante competencia: dos extranjeras, un gachó y una monja. La monja se largó enseguida; los demás, poco antes que nosotros. A las 4'30 nos tocó el turno y un “Mercedes” con el hijo de un terrateniente, paró y nos llevó hasta Antequera [quedamos muy agradecidos a toda la escala social] . De allí salimos andando por la carretera de Sevilla, en la que a las 7, empezamos a hacer de nuevo “auto-stop”. A las 8'30, ya de noche, puesto que no paraba nadie, levantamos a “tía María” y nos fuimos andando hasta el cruce, en donde, en un surco de regadío de un campo arado, nos enroscamos para dormir.



Lunes, 8/4/1963

Nos levantamos a las 9'30 y nos llevamos los bártulos hasta la carretera, para ordenarlo todo y desayunar. A las 11'15 ha parado un “SEAT 600” matrícula de B, con un sudamericano [centroamericano] al volante. [La alternancia en los tiempos: presente/pasado, dependía de la hora a la que nos poníamos a escribir los recuerdos del día o, quizá, del hambre que tuviéramos en ese momento]. Nos ha llevado hasta la segunda carretera de Bobadilla . Allí, al poco tiempo, nos ha parado un “Citroên” con otro sudamericano, que conocía al anterior. De él nos ha dicho que es el ex-guarda espaldas del jefe de las fuerzas aéreas y lugarteniente del General Trujillo (de El Salvador) [Leónidas Trujillo era Presidente de la República Dominicana y fue muerto a tiros en 1961. No sé si la atribución a El Salvador fue error nuestro, al recordar mal lo que escribimos, o de nuestro comunicante] , por lo que al voltear la tortilla, tuvo el hombre que emigrar y ahora está de capataz en una finca de Bobadilla. De 11'45 a 12, nuestro último conductor nos ha traído hasta Campillos , dejándonos, muy amablemente, en el cruce de las carreteras de Morón y de Ronda, que pasa, esta última, por Almargen.

Hemos estado esperando un rato, pero, pensándolo bien, quizá la sima que buscábamos no estuviera en el mismo Almargen, y además, el tío que nos había traído dijo que por Sierra de Yeguas había unas cuevas importantes. Así que decidimos dejar el macuto en la gasolinera, después de informarnos perfectamente, y nos llevamos el material espeleológico a mano, hacia Sierra de Yeguas, a donde fuimos andando. El tiempo se puso lluvioso y decidimos hacer señas a un tractor con remolque, que iba en aquella dirección. Nos dejó a doscientos metros del pueblo, haciéndonos bajar a la vista de una pareja de guardias civiles [ya entonces no estaba autorizado llevar personas en el remolque]. Al entrar en Sierra de Yeguas fuimos a ver al alcalde. Él nos indicó un bar para poder tomar algo y nos dijo que ya mandaría allí a un empleado del Ayuntamiento para que nos acompañara hasta la sima. En el bar comimos unos bocadillos y allí nos encontramos con el gachó que nos había traído en el “Citroên” hasta Campillos, que resultó ser un ingeniero que estaba construyendo por allí un nuevo poblado. Se ofreció para llevarnos, a la vuelta, hasta Antequera y aceptamos. Estuvimos esperando a D. Manuel, el veterinario, hombre muy enterado en las cuestiones de la sima, pero como no venía y el guarda que debía acompañarnos ya estaba allí, nos fuimos para la sima [sigue escribiendo José Ignacio] a eso de las 3'15, tardando una hora en llegar a ella. Está situada en la parte alta de la sierra y desde allí se divisan varios pueblos de alrededor.

A las 4'30, después de asegurar la cuerda de nailon en el exterior, nos introdujimos en la estrecha boca de piedra, hasta llegar, a los seis metros de recorrido en horizontal, a la boca de la sima propiamente dicha. Después de hacer bajar por el pozo el carburo [carburero] encendido, que se quedó enganchado en la pared al izarlo, echamos la escala por la vertical y asegurado por el cabo de cuerda libre (del otro pendía el carburo enganchado) descendí, superando dos voladizos, hasta unos ocho metros de profundidad. Desde allí descolgué el carburo recuperado más arriba, toda la longitud que permitió la cuerda. Pude observar que el pozo continuaba con una ligera inclinación.

[Sigue escribiendo Pedro]. A nuestra vuelta al pueblo hablamos con el veterinario y el ingeniero, que nos invitaron a café. Después de hablar sobre las posibilidades de la sima y prometiéndoles que debíamos volver, nos fuimos con el ingeniero en su coche, que nos llevó hasta Antequera . Nos dejó a la salida de la población, en la carretera de Málaga.



[Martes, 9/4/1963

En el cuaderno no se registran más incidencias, pero se conservan unos billetes de FC. Tras algún intento fracasado de viajar a dedo y convencidos de que este medio de transporte no era viable durante la Semana Santa, debimos decidir hacerlo en tren. Lo cogimos al vuelo por el pescante. Cuando pasó el revisor y no tuvimos billete que presentarle, no nos dijo ni palabra: empezó a escribir. Temblamos, pero después nos vino la lividez: 112 Ptas. De Antequera a Bobadilla hay sólo ocho kilómetros. Nos aplicó la tarifa mínima de cuarenta kilómetros, con recargo DOBLE por ir SIN BILLETE y en segunda clase. En algún lugar decente debía acomodarse la "tía María". No podíamos abandonarla y con ella no podíamos echar a correr.

En Bobadilla , con tiempo, pasamos por taquilla. Tercera iba completa. ¡De perdidos, al río! Nunca jamás, ni antes ni después, había viajado el Gúlmont con tanto lujo, en SEGUNDA clase de medio pelo. Hicimos un viaje de vuelta, no diré como reyes, pero sí como dos infanzones al cuidado de nuestra reina.]




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